La pérdida de cabello o alopecia puede ser una manifestación de un trastorno sistémico u ocurrir sin otra alteración asociada, pero sin duda puede ocasionar gran ansiedad en quien la padece, particularmente en adolescentes. Las formas más comunes son la alopecia androgénica, el efluvio telógeno y la alopecia areata.
Deja que tratemos tu piel cómo se merece
La androgénica puede comenzar en adolescencia y requerir tratamiento; se suele emplear minoxidilo tópico, aunque es importante descartar en el caso de la mujer (alopecia ginecoide) la existencia de otras manifestaciones de hiperandrogenismo y la presencia de un trastorno hormonal asociado, especialmente un hiperandrogenismo ovárico funcional o una hiperplasia suprarrenal tardía o no clásica (deficiencia de 21-hidroxilasa).
El efluvio telógeno puede presentarse de forma aguda o más bien insidiosa; antes de responsabilizar al estrés como causa fundamental, es necesario valorar la existencia de otros desencadenantes (fármacos, ferropenia, trastorno función tiroidea,...).
La alopecia areata es menos común pero puede determinar un impacto psicológico importante, sobre todo si es extensa o aguda. Constituye un proceso inflamatorio crónico folicular, de probable origen inmunológico, que se caracteriza por una alteración del ciclo folicular con detención brusca del folículo en la fase anágena precoz y el pelo se desprende en telógeno.
La causa permanece desconocida, relacionándose con factores genéticos e inmunológicos, además de con circunstancias agravantes o desencadenantes como el estrés, focos infecciosos crónicos o la constitución atópica. La evolución es impredecible y muestra gran variabilidad.
El 95 % de los casos infantiles en placa única tienden a la repoblación en menos de un año mientras que alrededor del 1 % presentarán alopecia total. Se consideran factores de mal pronóstico: el comienzo precoz, antes de los 15-16 años, la asociación a atopia, ya sea el paciente o familiares de primer grado, la presencia de onicodistrofia, la forma ofiásica, asociación a enfermedades autoinmunes o la presencia de nevus flammeus occipital.
La repoblación pilosa es característica: aparece un vello fino y de color más claro en el centro de las placas que progresivamente se irá extendiendo y recuperando el color y grosor normal.
El tratamiento ha de ser individualizado, informando al paciente y los padres de las posibilidades y la historia natural del proceso. Ninguno de los tratamientos disponibles modifica el curso final de la enfermedad y, por otro lado, la posibilidad de repoblaciones espontáneas dificulta la valoración final, lo que hay que considerar junto con los posibles efectos secundarios. Antes de evaluar los resultados de los distintos tratamientos hay que mantenerlos un período mínimo de tres meses. En muchas ocasiones se emplean tratamientos combinados.
La elección del tratamiento dependerá de la extensión del proceso, tratamientos previos, edad del paciente y la repercusión psicológica del proceso. Por lo general se plantean de forma escalonada, comenzando por los tratamientos menos agresivos y manteniéndolos el período aproximado antes descrito. En aquellos pacientes con factores de mal pronóstico (larga evolución, formas extensas u ofiásicas, fracasos terapéuticos previos repetidos) y sin afectación psicológica importante que requiera un apoyo específico, algunos autores optan por la abstención terapéutica, al igual que en niños en formas localizadas sin gran repercusión psicológica dada la repoblación espontánea sin tratamiento en corto espacio de tiempo en un 50 % de casos.