El empleo de objetos metálicos clavados en distintas partes del cuerpo es un tradición en muchas sociedades, y se piensa tiene su origen en la religión hindú. En nuestra sociedad al empleo de estos motivos en los lóbulos de los pabellones auriculares en la mujer (los pendientes), se ha añadido la ornamentación de áreas corporales variadas y la no discriminación por sexos en las últimas décadas, y además con una frecuencia realmente impactante, igual y en paralelo a lo que ocurrió con los tatuajes.
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Las complicaciones son frecuentes, pero por fortuna menores y en muchas ocasiones el sujeto no busca atención médica y recurre a remedios dictados por el ejecutante del “taladro” o colegas que ya lo pasaron. Incluyen inflamación, exudación, infecciones bacterianas menores, sangrado y menos frecuente, formación de quistes, cicatrices hipertróficas y queloides o desgarros. El eczema de contacto alérgico, generalmente a níquel, es también común.
Especial atención a las medidas higiénicas para evitar transmisión de enfermedades (hepatitis, SIDA). Para prevenir complicaciones, además de extremar las condiciones de asepsia, se deben evitar artículos que contengan níquel por el riesgo de sensibilización, evitar las zonas cartilaginosas y retirarlos antes de cualquier actividad en la que existe riesgo de desgarro.